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miércoles, 8 de julio de 2015

Leer periódicos, una aventura familiar

SOBRE EL PLACER DE LEER Y RE-LEER PERIÓDICOS

Por Luis Emiro Álvarez
En Yopal, julio 8 de 2015



Descubrí un placer sin igual entre el mundo de los libros y los periódicos: contradecir  a Héctor Lavoe,  quién no encontró el sentido de  leer  el periódico de ayer. Leer periódicos viejos es una delicia sin nombre  para describir lo que  implica sumergirme en montañas de periódicos viejos durante largas jornadas y muchos tintos de por medio. A pesar de que hoy pueden leerse los periódicos  vía internet, en la pantalla del computador o del celular,  se puede recuperar artículos, reportajes, avisos, fotografías, homenajes, obituarios, panegíricos, farándula, caricaturas, columnas de opinión, tiras cómicas,  editoriales y esa amplia gama de géneros para escribir el acontecer del día con tijeras y encarpetar o pegar en álbumes. La bibliotecóloga Luz Posada de Greiff llama a estos álbumes "libros artificiales".  Gracias a estas lecturas tardías, disfruto muchas noticias sobre pintores, escritores, caricaturistas, editores, educadores, deportistas, entre otros perfiles de "hacedores de la historia". Hazañas de muchos hombres y mujeres se pierden entre millares de recortes de periódicos en el archivo vertical de pequeñas bibliotecas que aún se resisten a las nuevas oleadas rutinarias de la sociedad del conocimiento, contemporáneas a la globalización a las puertas de los recursos digitales.


Esa costumbre data desde mi infancia. Entre las pocas cosas de mi mamá, estaban unos recortes de prensa sobre la muerte de un perro callejero, un poema dedicado a la mujer de la sabana de Nicolás Posada Bayona y el inventario de reliquias que guarda el arriero paisa en su carriel de nutria. Ella, quien sabía muy bien que era lo breve, lo suficiente y lo necesario para ir  liviano de equipaje por la senda de la vida,  le gustaba leer en voz alta para mí las historias de pistoleros, pasajes de la Sagrada Biblia. A Ella le pedí que me leyera lo que decían los periódicos en los que envolvían la panela en la tienda de la esquina y también  envolvían las legumbres, las hortalizas y las carnes: "Guárdelos para que los lea cuando aprenda a leer" me advirtió. Los guarde y así supe que el Papa Pablo VI venía a Colombia y que el hombre subiría a la luna. Esos acontecimientos que anunciaban los periódicos también aparecían en la pantalla del televisor, en los tiempos de la imagen en blanco y negro en el país. Al preguntar porqué, una tía me dijo: "Dicen lo que esta pasando por estos días  en el mundo y por eso les pagan". Según mi tía Otilia,  leer y escribir eran actividades por las cuales también le pagan a uno: "Lea bien, aprenda a leer bien, que también así muchos se ganan la vida", me dijo.



Jamás imagine que un día contaría la importancia de leer los periódicos y de guardar sus recortes por temas y en orden alfabético. Por periodos de tiempo y siguiendo técnicas de conservación, cuidando temperatura y escaneando esta documentación en aras de volver a leer el texto recortado y conservado.  Ahora compilo en carpetas legajadoras o anilladas la producción caricaturesca del paìs: La Negra Nieves, Magola, Beto, Candida, Mantena, Mafalda, Quino, La Ballesta, Mico, Matador, los Cartones de Garzón... entre otros. En temporadas de vacaciones muchos usuarios pasan a saludar a los bibliotecarios o para hacer tiempo, mientras les toca un turno en la filas de la matrícula, ver álbumes de caricatura es un entretenimiento que genera muchas preguntas de actualidad sobre los contextos nacionales. Así se inician muchos lectores en los estudios de historia, derecho, ciencias políticas y otras disciplinas de las humanidades. Leer periódicos contribuye a la formación de una masa crítica, de grupos humanos con criterios para participar en debates públicos con los cuales nos convertimos en ciudadanos y, de paso aportamos en el proyecto de nación.

Cuando vuelvo, de vez en vez, donde amigos,  me regalan recortes de caricaturas de La Negra Nieves pues recuerdan que las he compilado a lo largo de mi experiencia bibliotecaria. Acá evoco la colega Martha Oliva Espinosa y su compañera Maria Elena en la biblioteca COMFAMA de Medellín por el año 83.  Ahora le dedico tiempo a comprender las caricaturas de Alfredo Garzón: Cartones. Esas prácticas de ocio se me han convertido en una obsesión que a veces me desborda.


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