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miércoles, 13 de abril de 2016

De la biografía y de la ciencia borrador nuevos borradores


MUCHOS SOMOS

de Pablo Neruda
DE tantos hombres que soy, que somos,
no puedo encontrar a ninguno:
se me pierden bajo la ropa,
se fueron a otra ciudad.

Cuando todo está preparado
para mostrarme inteligente
el tonto que llevo escondido
se toma la palabra en mi boca.


Otras veces me duermo en medio
de la sociedad distinguida
y cuando busco en mí al valiente,
un cobarde que no conozco
corre a tomar con mi esqueleto
mil deliciosas precauciones.

Cuando arde una casa estimada
en vez del bombero que llamo
se precipita el incendiario
y ése soy yo. No tengo arreglo.

Qué debo hacer para escogerme?
Cómo puedo rehabilitarme?
Todos los libros que leo
celebran héroes refulgentes
siempre seguros de sí mismos:
me muero de envidia por ellos,
en los filmes de vientos y balas
me quedo envidiando al jinete,
me quedo admirando al caballo.

Pero cuando pido al intrépido
me sale el viejo perezoso,
y así yo no sé quién soy,
no sé cuántos soy o seremos.

Me gustaría tocar un timbre
y sacar el mí verdadero
porque si yo me necesito
no debo desaparecerme.

Mientras escribo estoy ausente
y cuando vuelvo ya he partido:
voy a ver si a las otras gentes
les pasa lo que a mí me pasa,
si son tantos como soy yo,
si se parecen a sí mismos
y cuando lo haya averiguado
voy a aprender tan bien las cosas
que para explicar mis problemas
les hablaré de geografía.




POEMA REFERENTE A LA VELOCIDAD
A Juan Liscano

                Refiriéndose a la velocidad, el poeta dice que ya se ha ido demasiado lejos. Cree que tendremos que dar unos pasos atrás, para esperar a los otros. Piensa que la velocidad es inútil frente a la eternidad, y le despiertan una sonrisa aquellos que creen que vinieron al mundo para participar en una competencia de carreras.                Refiriéndose a la velocidad, el poeta anota que en los Estados Unidos hay una rueda que alcanzó la máxima velocidad, y de esa manera anuló el movimiento. La máxima velocidad es cuando todos los puntos de la rueda logran estar a la vez en el mismo punto, por lo cual la rueda quieta es la que representa la máxima velocidad. Y esto lo saben los monjes tibetanos.                Refiriéndose a la velocidad, el poeta dice que es como el juego alrededor de la mesa, y como el juego de las estaciones alrededor de la tierra, y también como el círculo mágico del tiempo que no va ni viene y se ríe abiertamente de nuestros relojes y de nuestros calendarios, que son ampliación de los relojes y cuyo único objeto es el de alcanzar un motivo para celebrar aniversarios.                Refiriéndose a la velocidad, dice el poeta que causa colisiones con el tiempo y una cierta locura. Dice que cuando la velocidad de la acción supera a la velocidad del pensamiento, la acción deviene en manía y todo el tiempo teóricamente recorrido se vuelve contra nosotros y nos encontramos de nuevo en el punto de partida.                En caliginosas tierras, detenidos en laderas que dan cauce a los ríos, hombres morenos, viejos y jóvenes, están sentados bajo los almendros; conversan, juegan, o simplemente están ahí sentados.                Y otros hombres, que se consideran a sí mismos más afortunados y alardean, se afanan en una ciudad. No hay reloj capaz de frenarlos, su agitación desborda todo límite y su satisfacción consiste en ir muy rápido, hacia adelante, según ellos.                Pregunta el poeta cuál de estos dos hombres llegará primero, y adónde. Más sabían los antiguos, que mandaron construir enormes tumbas por muchos y afanosos siervos.                El presidente de la compañía, que tiene diez teléfonos repicando todos al mismo tiempo, ¿llegará más lejos que el monje en su aislada quietud? Pero no podemos ir más allá de nosotros mismos. Me sustraigo a su poder por el sólo hecho de hacerme a un lado, y dejo rabiando al presidente que pedalea a toda velocidad en sus estridentes teléfonos y en sus numerosos relojes colocados por todas partes para multiplicar el tiempo.                La velocidad es independiente del tiempo y por lo tanto se despeña y se hunde en el mismo tiempo. La velocidad es algo que sobreponemos al tiempo, como un aditamento que le agregamos a fin de forzarlo a marchar más rápido, pero el tiempo no marcha, porque el tiempo no está en los relojes.                Referente a la velocidad, el poeta dice que velocidad y tiempo son antitéticos. La velocidad marcha por fuera del tiempo, que es estático. Los veloces planetas están siempre ahí, ocupan su lugar, y es el cometa el que se encarga de llevar los recados entre ellos, cada mil años, que viéndolo bien, es una modesta velocidad, en ningún caso comparable con el afán de un ejecutivo de negocios. El ejecutivo ha puesto en marcha el impulso, el inmenso impulso, pero el poeta se limita a mover la cabeza.                Dice el poeta que si el tiempo se moviera, si rodara, no sería eterno, porque lo eterno es demasiado pesado para moverse. Filosofía barata, que es la única que se puede adquirir hoy en día.                Se jugará con cohetes interlunares como se juega con boomerangs, porque todo lo lanzado se vuelve contra el que lo lanza. Por eso los sabios nunca lanzan nada. Ellos se sientan a interceptar lo que ha sido lanzado por los zafios.                Dice el poeta –con él la sabiduría y la bondad– que la velocidad es un invento reciente, que se encuentra aún en etapa de experimentación, y sobre el cual ha surgido seria duda, porque en el largo plazo sus efectos serían los de acortar el plazo. Por medio de la velocidad se coge la fruta biche. La velocidad es contraria al día. Sólo se podrá superar la máxima velocidad haciendo girar la rueda hacia atrás.                La primera rueda que se puso en marcha no fue para economizar tiempo, porque la humanidad apenas estaba empezando y no existía la noción de tiempo; ni tampoco para acortar distancias, porque entonces no existía el kilómetro; sino para ahorrar esfuerzo, para conservar energía en el cuerpo, que se dirigía al campo de guerra.                Dice el poeta respecto de la velocidad –con él la iluminación y la comprensión divina– que el que llega antes no llega a tiempo. Llegó Alejandro exactamente a tiempo adonde ibay llegó Colón a América a la hora debida, y llegaron los primeros astronautas a la luna en el momento preciso, porque todos ellos en sus viajes sincronizaron su velocidad con la del universo; pero llegaron demasiado pronto los sanitarios a Guatavita y nadie sabía qué hacer con ellos, y llegaron antes de tiempo los aparatos de radio y televisión a las tribus del Amazonas, y por eso se llaman adelantos, como si el tiempo se pudiera llevar embozalado con un lazo, como si la medida del tiempo fuera una dimensión externa, como si los abanderados del tiempo le llevasen en alto, agitado y guerrero, para que el tiempo luchase contra nosotros, para que nos venciera y poder ellos –los abanderados– colocar su pie encima de nuestros corazones en derrota.                Soy eterno –dice el poeta– pero estoy rodeado por un mundo efímero. En la medida en que reduzca la velocidad, ese mundo tendrá una mayor duración y podremos marchar mejor al compás uno del otro, en lugar de deslizarme por el tiempo en esquíes, siempre hacia abajo, cada vez más velozmente hacia abajo… hasta caer de bruces en el abismo del tiempo, donde vuelve a recomenzar el mundo,
               len ta men te.



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