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jueves, 5 de junio de 2025

Amigo de los amigos del hombre, Don CELSO ROMÁN

Evidencias de un animalista


UNO de los muchos regalos que la vida me dio fue encontrarme en las travesías por el Casanare con uno de los escritores que más he admirado en la vida. Lo leí antes de mis veinte años. Un joven veterinario había participado en el concurso ENKA de la literatura infantil (hoy injustamente desaparecido) y se había alzado con el primer puesto. La edición muy difundida para la época fue en un bello libro en papel muy fino y sus ilustraciones se quedaron guardadas en mi memoria. Cada vez volví a ver  en las calles a un carretillero y volvía a escuchar las conversaciones del caballo y el perro hablando de su compañero humano,  como decimos ahora. 

Pasaron muchos años, y me alegraba por cada disposición legal que ordenaba retirar de las calles a los carretilleros y en especial a los caballos cansados, desnutridos, enfermos y maltrechos por el exceso de trabajo. Abundan los perros callejeros y en Yopal también hay gatos, muchos gatos, en función de la supervivencia. Llegan y se van campañas para mitigar la superpoblación de estos habitantes de la calle (nombre pomposo de las selvas de cemento). También entran en franco declive las corridas de toros, Subsisten las peleas de gallos y el coleo. Vaya la inteligencia humana y recuerdo el cuento de Ivar Da Coll: "Supongamos que..."

Vaya la sorpresa grande de encontrarme con el autor de aquel relato inolvidable que leí cuando apenas entraba a la vida adulta. Del modo más natural del mundo resultaba dándole algo de comer a estos vagabundos que, muy seguramente, se habían salido de los libros para atravesarsele en el camino a los aspirantes de poetas.

Guapetón (can), Ludovida, Fea y Pepa (tres felinas han invadido mis aposentos íntimos),  hay dos Lunas (caninas, una blanca y flaca, tal vez fue modelo del poema clásico La Perrilla de nuestra literatura naconal. La podemos ver abajo de estas notas y después del poema). La otra, enrrazada entre criolla y pitbull, robusta y obediente, que digo mansa muy mansa) y en la Biblioteca Departamental  comanda "Cultura" de la que no he podido escribir una página de todo mi gusto; son los seres que me recuerdan ese libro hermoso y único (un día un invierno ahogo allá en mi Medellín del alma mía la biblioteca personal de mis travesías y travesuras). Estas notas blogueras sobre los seres vivos son las evidencias de los que han significado estos bellos animales que me domestican sin lugar a dudas. Si me llego a ganar un quinto de la lotería, será entre otras, para apoyar a los quijotes de la vida cotidiana que enfocan sus energías en cuidarlos con una devoción digna de cualquier imitación. 

Además de estas afortunadas presencias, un día el azar me favoreció con la presencia calida y sobra del Maestro Celso Román quien visita con frecuencia la Biblioteca Universitaria Unitrópico y nos ha regalado muchos de los útimos títulos que ha seguido publicando. En mi fantasía él sigue siendo mi versión personalizada del Bachiller Cleofás (personaje de de las novelas ejemplares de Carvantes). En mi realidad, con él disfruto muchos los tintos, compartimos lecturas y anédoctas y nos reímos a carcajada limpia de los regalos que nos brindan las palomas y otras aves del trópico que viven allá arriba en el envigado de los techos (¡a dieciseis metros de altura!).  Ahora que empaco maletas, entre mis haberes llevo un libro autografiado  de su puño y letra,  una irrefutable evidencia de uno de los regalos que puede recibir en la vida  un lector. 

Ahora desde mi realidad y mi fantasía le dedico desde esta tribuna el poema al CELULAR de Don Ernesto Cardenal, un poeta que nos hacer doler la conciencia con sus lecturas. Este poema es otra denuncia al estilo de La Vorágine: 


El celular

Ernesto Cardenal

Hablas en tu celular
y hablas y hablas
y ríes en tu celular
sin saber cómo se hizo
y menos cómo funciona
pero qué importa eso
             lo grave es que no sabes
             como yo tampoco sabía
             que muchos mueren en el Congo
                          miles y miles
                          por ese celular
                          mueren en el Congo
en sus montañas hay coltán
                          (además de oro y diamantes)
usado para los condensadores
de los teléfonos celulares
                          por el control de los minerales
                          corporaciones multinacionales
                          hacen esa guerra inacabable
                          5 millones de muertos en 15 años
y no quieren que se sepa
                                       país de inmensa riqueza
                                       con población pobrísima
80% de las reservas mundiales
de coltán están en el Congo
yace el coltán desde hace
tres mil millones de años
             Nokia, Motorola, Compak, Sony
                          compran el coltán
             también el Pentágono y también
             la corporación del New York Times
  y no quieren que se sepa
ni quieren que se pare la guerra
para seguir agarrando el coltán
niños de 7 a 10 años extrae el coltán
                          porque sus pequeños cuerpos
                          caben en los pequeños huecos
             por 25 centavos al día
y mueren montones de niños
por el polvo del coltán
o martillando la piedra
que les cae encima
                          también The New York Times
             que no quiere que se sepa
             y así es que no se sabe
             ese crimen organizado
             de las multinacionales
                          la Biblia identifica
                          justicia y verdad
                          y el amor y la verdad
la importancia pues de la verdad
             que nos hará libres
también la verdad del coltán
coltán dentro de tu celular
en el que hablas y hablas
                          y ríes en tu celular.
 
 
Ernesto Cardenal, Somos polvo de estrellas (Managua: Centro Nicaragüense de Escritores,

2013), 138-9.

Guapetón, que se quedo en nuestra memoria, como si fuera el gran personaje de una épica universitaria y biblitecaria.

Esta es  Luna, quien como la luna se pierde y aparece con frecuencias periódicas, a veces vuelve muy bañadita y perfumada y otras vuelve hecha trizas de la calle, es decir, de la selva de cemento. 

"Cultura" bebe el agua de BUU un ingenio e indefenso pez que los estudiantes visitan con regular frecuencia 

Luna, la enrrazada entre crilla y oitbull, obediente y acriticamente mansa muy mansa

   Este es un nuevo invasor (¿o inmigrante? ¿cómo será? 
¡Ni modo de preguntarle a Trump!)


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