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martes, 7 de diciembre de 2021

Para cantarle al amor, unas pistas con Carlos Drummond de Andrade






Para cantarle al al amor,
 una voz del suroriente latinoamericano:

CARLOS DRUMMOND DE ANDRADE

Contenido: 

👀   No, mi corazón no es más grande que el mundo
❤❤     Pistas
👀       En medio del camino
❤❤     Papa Noel al revés
👀👀  Congreso Internacional del Miedo
👐👐  Girasol
👀👀  Amar
👀👀  Privilegio del mar
👐👐  Registro Civil
💪💪  Elegía 1938
👀👀  Nota social
💪💪  Liquidación
👐👐  Aniversario
👀👀  Residuo
❤❤     Memoria



No, mi corazón no es más grande que el mundo 

No, mi corazón no es más grande que el mundo. Es mucho más pequeño. En él no caben ni mis dolores. Por eso me gusta tanto contarme a mí mismo por eso me desvisto, por eso me grito, por eso frecuento los diarios, me expongo crudamente en las librerías: necesito de todos. Sí, mi corazón es muy pequeño. Sólo ahora veo que en él caben los hombres. Los hombres están aquí afuera, están en la calle. La calle es enorme. Más grande, mucho más grande de lo que yo esperaba. Mas en la calle tampoco caben todos los hombres. La calle es más pequeña que el mundo. El mundo es grande. Tú sabes como es grande el mundo. Conoces los navíos que llevan petróleo y libros, carne y algodón. Viste los diferentes colores de los hombres, los diferentes dolores de los hombres, sabes cómo es difícil sufrir todo eso, amontonar todo eso en un solo pecho de hombre… sin que estalle. Cierra los ojos y olvida. Escucha el agua en los vidrios tan calmada. No anuncia nada. Sin embargo, se escurre en las manos, ¡tan calmada! va inundando todo… ¿Renacerán las ciudades sumergidas? ¿Los hombres sumergidos -volverán? Mi corazón no sabe. Estúpido, ridículo y frágil es mi corazón. Sólo ahora descubro cómo es triste ignorar ciertas cosas. (En la soledad de individuo desaprendí el lenguaje con que los hombres se comunican). Otrora escuché a los ángeles, las sonatas, los poemas, las confesiones patéticas. Nunca escuché voz de gente. En verdad soy muy pobre. Otrora viajé por países imaginarios, fáciles de habitar, islas sin problemas, no obstante exhaustivas y convocando al suicidio. Mis amigos se fueron a las islas. Las islas pierden al hombre. Sin embargo algunos se salvaron y trajeron la noticia de que el mundo, el gran mundo está creciendo todos los días, entre el fuego y el amor. Entonces, mi corazón también puede crecer. Entre el amor y el fuego, entre la vida y el fuego, mi corazón crece diez metros y explota. -¡Oh vida futura! nosotros te crearemos.







Guapetón atento

Tal vez una sensibilidad mayor al frío,
deseos de volver antes a casa.
Cierta demora en abrir el paquete de libros
esperado, que ha traído el cartero.
Indecisión: ¿voy al cine o no?
De los tres empleos de tu noche no escogerás ninguno.
Quizás cierta mirada, más seria, no ardiente,
que posas sobre los objetos, y ellos la entienden.
O al menos supones que es así. Son fieles, los objetos
de tu despacho. La pluma roja. Te niegas a cambiarla
por esa que guarda el último secreto químico, la tinta inmortal.
Ciertas manchas en la mesa que no sabes si el tiempo,
la madera o el polvo trajeron consigo.
La conoces bien, tu mesa. Cartas, artículos, poemas
salieron de ella, de ti. De la dura sustancia,
de la calma, de la selva abandonada llegaron
las palabras que encontraste y juntaste, para repartirlas.
La mano acaricia
la aspereza. El barniz que se fue. No. Es el árbol
que regresa. El camino que se vuelve. Minas que acecha
y espera, largamente espera tu regreso sordo.
La mesa se vuelve leve, y en ella viajas
por aires de paciencia, acuerdo, resignación.
Mirad la mesa que huye, no la toquéis. Es la mesa voladora,
de sus cajones saltan papeles oscuros, por fin los secretos liberados
sobre la tierra metálica se esparcen, se amortajan y se callan.
De nuevo aquí, menudo territorio
civil, sin sueños. Como presintiendo
que un día se vacían los cuartos, se limpian las paredes,
se detiene un camión y descienden los porteadores
y en el libro municipal se cancela un registro,
miras hondamente el borde de cada
cosa, el color
de cada lado de los objetos familiares.
La familia es pues un orden de muebles, suma
de líneas, volúmenes, superficies. Y son puertas,
llaves, platos, camas, paquetes olvidados,
también un pasillo, y el espacio
entre el armario y la pared
donde se deposita cierta porción de silencio, polillas y polvo
que de tarde en tarde se retira… e insiste.
Desde luego faltan muchas explicaciones, sería difícil
comprender, incluso al cabo de mucho tiempo, por qué un gesto
se abrió, otro se frustró, tantos se esbozaron,
como sería imposible guardar todas las voces
oídas a la hora de comer, en la cena, en la pausa de la noche,
un año, y después otro, y otros y aún otros,
todas las voces oídas en la casa durante quince años.
Mientras tanto, deben de estar en alguna parte: se acumularon,
consumieron peldaños, invadieron tuberías,
llenaron viejos papeles, perdieron la fuerza, el calor,
existen hoy en subterráneos, unas en la memoria, otras en la arcilla del sueño.
¿Cómo saberlo? Al principio parece desierto,
como si nada quedase, y un río corriera
por tu casa, absorbiéndolo todo.
Las sábanas amarillean, las corbatas se desgastan,
la barba crece, cae, los dientes caen,
los brazos caen,
caen partículas de comida de un tenedor dubitativo,
las cosas caen, caen, caen,
y el cielo está limpio, pulcro.
Las personas se acuestan, son transportadas, desaparecen,
y todo está pulcro, salvo tu rostro
inclinado sobre la mesa; y del todo inmóvil.
Emiliano jugando a las escondidas con Guapetón


En medio del camino 


En medio del camino había una piedra
había una piedra en medio del camino
había una piedra
en medio del camino había una piedra.
Nunca me olvidaré de ese acontecimiento
en la vida de mis retinas tan fatigadas.
Nunca me olvidaré de que en medio del camino
había una piedra                                                                                                   
había una piedra en medio del camino
Un escritor esperando a los lectores
en la puerta de una biblioteca
en medio del camino había una piedra.



Papá Noel al revés 


Papá Noel entró por la puerta del fondo
(en Brasil las chimeneas no son practicables)
entró cauteloso que ni marido después de la juerga.
A tientas en la oscuridad pulsó el interruptor
y la electricidad golpeó las cosas resignadas,
cosas que seguían cosas en el misterio de la Navidad.
Papá Noel exploró la cocina con ojos astutos,
encontró un queso y se lo comió.
Después sacó del bolsillo un cigarro que no quiso encender.
Tuvo miedo tal vez de prender fuego a la barba postiza
(en Brasil todos los papanoeles tienen la cara afeitada)
y avanzó por el pasillo blanco de luz de luna.
Aquel cuarto es el de los niños.
Papá entró convencido.
Los niños dormían soñando con otras navidades mucho más hermosas
pero sus zapatos estaban llenos de juguetes
soldados mujeres elefantes barcos
y un presidente de república de celuloide.
Papá Noel se agachó y recogió todo aquello
en el interminable pañuelo de yerbas rojo.
Cerró el fardo e hizo un nudo, pero lo apretó tanto
que allí dentro mujeres elefantes soldados presidente peleaban por causa de la aglomeración.
Los pequeños seguían durmiendo.
A lo lejos un gallo comunicó el nacimiento de Cristo.
Papá Noel volvió silenciosamente a la cocina,
apagó la luz, salió por la puerta del fondo.
En el huerto, la luz de luna de Navidad bendecía las legumbres.




Girasol 


Aquel girasol en el jardín público de Palmira.
Ibas en coche hacia Juiz de Fora; te habías quedado sin gasolina;
había una peluquería; un fotógrafo; una iglesia; un niño parado;
había también (entre varios) un girasol. La muchacha pasó.
Entre sus senos y el girasol tus ganas quedaron en suspenso.
Ganas muchachas de volar, de amar, de ser feliz, de viajar, de casarse, de tener muchos hijos;
ganas de hacerse una foto con aquella muchacha, de practicar lujurias, de ser infeliz y rezar;
muchas ganas; la muchacha ni lo sospechó…
Entró por la puerta de la iglesia, salió por la puerta de los sueños.
El girasol, estúpido, siguió funcionando.



Congreso internacional del miedo 



Provisionalmente no cantaremos al amor,
que se ha refugiado más abajo de los subterráneos.
Cantaremos al miedo, que esteriliza los abrazos,
no cantaremos al odio porque ese no existe,
existe tan sólo el miedo, nuestro padre y nuestro compañero,
el miedo enorme de las regiones agrestes, de los mares, de los desiertos,
el miedo de los soldados, el miedo de las madres, el miedo de las iglesias,
cantaremos el miedo de los dictadores, el miedo de los demócratas,
cantaremos el miedo de la muerte y el miedo de después de la muerte,
después nos moriremos de miedo
y sobre nuestras tumbas nacerán flores amarillas y miedosas.

Testimonios del placer de leer...¡!


Privilegio del mar 


En esta terraza mediocremente confortable,
bebemos cerveza y contemplamos el mar.
Sabemos que nada nos ocurrirá.
El edificio es sólido y el mundo también.
Sabemos que cada edificio abriga mil cuerpos
que trabajan en mil compartimentos iguales.
A veces, algunos se insertan fatigados en el ascensor
y vienen aquí arriba a respirar la brisa del océano,
lo cual es privilegio de los edificios.
El mundo es realmente de cemento armado.
Ciertamente, si hubiera un crucero loco,
fondeado en la bahía frente a la ciudad,
la vida sería incierta… improbable…
Pero en las aguas tranquilas sólo hay marineros fieles.
¡Qué cordial es la escuadra!
Podemos beber honradamente nuestra cerveza.




Registro civil

Ella juntaba margaritas
cuando pasé. Las margaritas eran
los corazones de sus enamorados,
que después se transformaban en ostras
que ella engullía en grupos de diez.

Los teléfonos gritaban Dulce,
Rosa, Leonora, Carmen, Beatriz.
Pero Dulce había muerto
y las demás se bañaban en Ostende
bajo un sol neutro.

Las ciudades perdían los nombres
que un funcionario con un pájaro al hombro
iba guardando en un libro de versos.
En la última de ellas, Sodoma,
quedaba encendida una luz 
que un ángel sopló.
Y en la tierra
yo sólo oía el rumor
blando de las ostras que se deslizaban
por la garganta implacable.






Estudiante de derecho leyéndole
a la gran profesora de su vida, su hijo primogénita



Elegía 1938


Trabajas sin alegría para un mundo caduco,
donde las formas y las acciones no encierran ejemplo alguno.
Practicas laboriosamente lso gestos universales,
sientes calor y frío, falta de dinero, hambre y deseo sexual.
Héroes llenan los parques de la ciudad por la que te arrastras,
y preconizan la virtud, la renuncia, la sangre fría, la concepción.
De noche, si hay neblina, abren paraguas de bronce
o se recogen a los volúmenes de siniestras bibliotecas.
Amas la noche por el poder de aniquilamiento que encierra
y sabes que, durmiendo, los problemas te dispensan de morir.
Pero el terrible despertar prueba la existencia de la Máquina Enorme
y vuelve a reponerte, minúsculo, frente a indescifrables palmeras.
Caminas entre muertos y con ellos conversas
sobre cosas del tiempo futuro y asuntos del espíritu.
La literatura estropeó tus mejores horas de amor.
Al teléfono perdiste mucho, muchísimo tiempo de sembrar.
Corazón orgulloso, tienes prisa por confesar tu derrota
y aplazar para otro siglo la felicidad colectiva.
Aceptas la lluvia, la guerra, el desempleo y la injusta distribución
porque no puedes, tú solo, dinamitar la isla de Manhattan.


Mayerly y Edwar inaugurando
el puesto de circulación y préstamo, julio 2018







Mirada de gata, fugaz y cautivadora,
como la poesía

Nota social
de
Carlos Drummond de Andrade

.
El poeta llega a la estación.
El poeta desciende.
El poeta toma un auto.
El poeta va para el hotel.
Y mientras hace eso
como cualquier hombre de la tierra,
una ovación lo persigue
hecha algarabía.
Banderolas
que despliegan sus alas.
Bandas de música. Cohetes.
Discursos. Gente con sombreros de paja.
Cámaras fotográficas disparadas.
Automóviles inmóviles.
Bravos...

El poeta está melancólico.                                              

En un árbol del paseo público
(gestión de la actual administración)
árbol grueso, prisionero
de anuncios en colores,
árbol banal, árbol que nadie ve,
canta una cigarra.
Canta una cigarra que nadie oye
un himno que nadie aplaude.
Canta, bajo un sol terrible.
El poeta entra en el elevador
el poeta sube
el poeta se encierra en su cuarto.

El poeta está melancólico.





LIQUIDACIÓN
de Carlos Drummond de Andrade

La casa fue vendida con todos los recuerdos
todos los muebles todas las pesadillas
todos los pecados que se cometieron en vida
o por cometer.
La casa fue vendida con sus golpes en la puerta
con su viento acanalado su vista del mundo
sus imponderables
por veinte, veinte contos



ANIVERSARIO 
de
Carlos Drummond de Andrade
¿Un verso para salvarte
del olvido sobre la tierra?
Si es en mí que estás olvidada,
el verso recordaría apenas
esta fuerza de olvido,
mientras la vida, sin memoria,
vaga atmósfera, se condensa
en la pequeña caja donde vives
como los muertos saben vivir.


Cualquiera acera de Yopal acoge bajo la sombra
 con mucha frescura

Se conversa mientras se espera... inquietan sus argumentos...
¿Qué soñarán, Dios mío?


Un beso, o casi...
Cuando un lector espera, ¡se desespera!





Los intentos de una sala de estudio...

Residuo

De todo quedó un poco.
De mi miedo. De tu asco.
De los gritos entrecortados. De la rosa
quedó un poco.

Quedó un poco de luz

atrapada en el sombrero.
En los ojos del rufián
de ternura quedó un poco
(muy poco).

Poco quedó de este polvo 

del que se cubrió 
tu zapato blanco. Quedaron pocas 
ropas, pocos velos rotos
poco, poco, muy poco.

Pero de todo queda un poco.

Del puente bombardeado,
de dos hojas de hierba,
del atado
—vacío— de cigarros quedó un poco.

Porque de todo queda un poco.

Queda un poco de tu mentón 
en el mentón de tu hija.
De tu áspero silencio
un poco quedó, un poco
en los muros enojados,
en las hojas, mudas, que suben.

Quedó un poco de todo

en el plato de porcelana,
dragón partido, flor blanca,
quedó un poco
de surco en tu frente,
retrato.

Si de todo queda un poco,

¿por qué no iba a quedar
un poco de mí? ¿en el tren
que lleva al norte, en el barco,
en los avisos del diario,
un poco de mí en Londres,
un poco de mí en todas partes?
¿En la consonante?
¿En el pozo?

Un poco queda oscilando

en la embocadura de los ríos
y los peces no lo evitan,
un poco: no está en los libros.

De todo queda un poco.

No mucho: de una canilla
cae esta gota absurda,
mitad sal, mitad alcohol,
salta esta pata de rana,
este vidrio de reloj
partido en mil esperanzas,
este cuello de cisne,
este secreto infantil…
De todo quedó un poco:
de mí; de vos; de Abelardo.
Pelo en mi manga,
de todo quedó un poco;
viento en mis orejas,
simple eructo, gemido
de víscera desconforme,
y minúsculos artefactos:
campanilla, alvéolo, cápsula
de revólver…de aspirina.
De todo quedó un poco.

Y de todo queda un poco.

Oh abrí los frascos de loción
y sofocá
el hedor insoportable de la memoria.

Pero de todo, qué terrible, queda un poco,

y bajo las olas ritmadas
y bajo las nubes y los vientos
y bajo los puentes y bajo los túneles
y bajo las llamaradas y bajo el sarcasmo
y bajo el gargajo y bajo el vómito
y bajo el sollozo, la cárcel, lo olvidado
y bajo los espectáculos y bajo la muerte escarlata
y bajo las bibliotecas, los asilos, las iglesias triunfantes
y debajo tuyo y bajo tus pies ya duros
y bajo los goznes de la familia y de la clase,
queda siempre un poco de todo.
A veces un botón. A veces un ratón.


la primera visitante asidua
de la biblioteca en el 2012



Registro civil

Ella juntaba margaritas
cuando pasé. Las margaritas eran
los corazones de sus enamorados,
que después se transformaban en ostras
que ella engullía en grupos de diez.

Los teléfonos gritaban Dulce,
Rosa, Leonora, Carmen, Beatriz.
Pero Dulce había muerto
y las demás se bañaban en Ostende
bajo un sol neutro.

Las ciudades perdían los nombres
que un funcionario con un pájaro al hombro
iba guardando en un libro de versos.
En la última de ellas, Sodoma,
quedaba encendida una luz 
que un ángel sopló.
Y en la tierra
yo sólo oía el rumor
blando de las ostras que se deslizaban
por la garganta implacable.


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Carlos Drummond de Andrade (Itabira, Minas Gerais, 1902-Rio de Janeiro, 1987)  Es considerado de forma casi unánime el poeta brasileño más importante del siglo XX, cabeza visible de la segunda generación del Modernismo de su país. Impulsó definitivamente el uso del verso libre y los temas provenientes de la cotidianidad y la biografía. He aquí algunos de sus poemas más celebrados, espigados de entre una obra  casi inabarcable:  páginas originales, humorísticas y tiernas.
Unas cortinas de papel, unas gaviotas de cortinas... 



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