Publicidad a pequeña escala, unos estímulos para tomas el primer café de la mañana y saludar el día leyendo el poema Ajedrez de Jorge Luis Borges:
I
En su grave rincón, los jugadores rigen las lentas piezas. El tablero los demora hasta el alba en su severo ámbito en que se odian dos colores. Adentro irradian mágicos rigores las formas: torre homérica, ligero caballo, armada reina, rey postrero, oblicuo alfil y peones agresores. Cuando los jugadores se hayan ido, cuando el tiempo los haya consumido, ciertamente no habrá cesado el rito. En el Oriente se encendió esta guerra cuyo anfiteatro es hoy toda la Tierra. Como el otro, este juego es infinito. II Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada reina, torre directa y peón ladino sobre lo negro y blanco del camino buscan y libran su batalla armada. No saben que la mano señalada del jugador gobierna su destino, no saben que un rigor adamantino sujeta su albedrío y su jornada. También el jugador es prisionero (la sentencia es de Omar) de otro tablero de negras noches y de blancos días. Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza de polvo y tiempo y sueño y agonía?
Escucha este poema en la voz de Jorge Luis Borges
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De izquierda a derecha John, con el primer puesto, en el centro el profe Chinome como tallerista de ajedrez y el Oswaldo, el chico que vende los dulces con el segundo puesto, hacen historia en un tablero de 64 casillas y treinta y dos contrincantes:
El ajedrez y la biblioteca, alguna evidencias: Anímese a jugar ajedrez, no sólo despeja la mente, como dicen la señoras... entrena para todas las guerras.
Primera edición: 19.07.2013
Segunda edición: 08.06.2017
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