POEMA REFERENTE A
LA VELOCIDAD / Jaime Jaramillo Escobar
A Juan Lizcano
Refiriéndose a la velocidad, el
poeta dice que ya se ha ido demasiado lejos. Cree que tenderemos que dar unos
pasos atrás, para esperar a los otros. Piensa que la velocidad es inútil frente
a la eternidad, y le despiertan una sonrisa aquellos que creen que vinieron al
mundo para participar en una competencia de carreras.
Refiriéndose a la velocidad el
poeta anota que en los Estados Unidos hay una rueda que alcanzó la máxima
velocidad, y de esa manera anuló el movimiento. La máxima es cuando todos los
puntos de la rueda logran estar a la vez en el mismo punto, por lo cual la
rueda quieta es la que representa la máxima velocidad. Y esto lo saben los
monjes tibetanos.
Refiriéndose a la velocidad, el
poeta dice que es como el juego alrededor de la mesa, y como el juego de las
estaciones alrededor de la tierra, y también como el círculo mágico del tiempo
que no va ni viene y se ríe abiertamente de nuestros relojes y de nuestros
calendarios, que son ampliación de los relojes y cuyo único objeto es el de
alcanzar un motivo para celebrar aniversarios.
Refiriéndose a la velocidad, dice
el poeta que causa colisiones con el tiempo y una cierta locura. Dice que
cuando la velocidad de la acción supera a la velocidad del pensamiento, la
acción deviene en manía y todo el tiempo teóricamente recorrido se vuelve
contra nosotros y nos encontramos de nuevo en un punto de partida.
En caliginosas tierras, detenidos
en laderas que dan cauce a los ríos, hombres morenos, viejos y jóvenes, están
sentados bajo los almendros; conversan, juegan, o simplemente están ahí
sentados.
Y otros hombres, que se
consideran así mismos más afortunados y alardean, se afanan en una ciudad. No
hay reloj capaz de frenarlos, su agitación desborda todo límite y su
satisfacción consiste en ir muy rápido, hacia adelante, según ellos.
Pregunta el poeta cuál de estos
dos hombres llegará primero, y a dónde. Más sabían los antiguos que mandaron
construir enormes tumbas con muchos y afanosos siervos.
El presidente de la compañía que
tiene diez teléfonos repicando todos al mismo tiempo, ¿llegará más lejos que el
monje en su aislada quietud? Pero no podemos ir más allá de nosotros mismos. Me
sustraigo a su poder por el solo hecho de hacerme a un lado, y dejo rabiando al
presidente que pedalea a toda velocidad en sus estridentes teléfonos y en sus
numerosos relojes colocados por todas partes para multiplicar el tiempo.
La velocidad es independiente del
tiempo y por lo tanto se despeña y se hunde en el mismo tiempo. La velocidad es
algo que sobreponemos al tiempo, como un aditamento que le agregamos a fin de
forzarlo a marchar mas rápido, pero el tiempo no marcha, porque el tiempo no
marcha porque el tiempo no esta en los relojes.
Refiriéndose a la velocidad, el
poeta dice que velocidad y tiempo son antiéticos. La velocidad marcha por fuera
del tiempo, que es estático. Los veloces planetas están siempre ahí, ocupan su
lugar y es el cometa el que se encarga de llevar los recados entre ellos, cada
mil años, que, viéndolo bien, es una modesta velocidad, en ningún caso
comparable con el afán de un ejecutivo de negocios. El ejecutivo ha puesto en
marcha el inmenso impulso, pero el poeta se limita a mover la cabeza.
Dice el poeta que si el tiempo se
moviera, si rodara, no sería eterno, porque lo eterno es demasiado pesado para
moverse. Filosofía barata que es la única que se puede adquirir hoy en día.
Se jugará con cohetes
interlunares como se juega con boomerangs, porque todo lo lanzado se vuelve
contra el que lo lanza. Por eso los sabios nunca lanzan nada. Ellos se sientan
a interceptar lo que ha sido lanzado por los zafios.
Dice el poeta – con él la
sabiduría y la bondad – que la velocidad es un invento reciente que se encuentra a un etapa de experimentación, y
sobre el cual ha surgido seria duda, porque en el largo plazo sus efectos
serían de acortar el plazo. Por medio de la velocidad se coge la fruta biche.
La velocidad es contraria al día. Solo se podrá superar la máxima velocidad
haciendo girar la rueda hacia atrás. La primera rueda que se puso en marcha no
fue para economizar tiempo, porque la humanidad apenas esta empezando y no
existía la noción del tiempo; ni Tampoco para acortar distancia porque entonces
no existía el kilómetro; sino para ahorrar esfuerzos, para conservar energía en
el cuerpo, que se dirigía al campo de guerra.
Dice el poeta respecto de la
velocidad -con él la iluminación y la comprensión divina- que el que llega
antes no lega a tiempo. Llegó Alejandro exactamente a tiempo a donde iba, y
llego Colón a América a la hora debida, y llegaron los primeros astronautas a
la luna en el momento preciso, porque todos ellos en sus viajes sincronizaron
su velocidad con la del universo; pero llegaron demasiado pronto los sanitarios
a Guatavita y nadie sabía que hacer con ellos y legaron antes de tiempo los
aparatos de radio y televisión en las tribus del Amazonas, y por eso se
llamaban adelanto, como si el tiempo se pudiera llevar embozalado con un lazo,
como si la medida del tiempo fuera una dimensión externa, como si los
abanderados del tiempo le llevasen en alto, agitado y guerrero, para que el
tiempo luchase contra nosotros , para que los venciera y poder ellos – los
abanderados – colocar su pie encima de nuestros corazón en derrota.
Soy eterno – dice el poeta – pero
estoy rodeado por un mundo efímero. En la medida en que reduzca la velocidad
este mundo tendrá una mayor duración y podremos marchar mejor al compas uno del
otro, el lugar de deslizarme por el tiempo en esquíes, siempre hacia abajo,
cada vez más velozmente hacia abajo…. Hasta caer debruces en el abismo del
tiempo, donde vuelve a recomenzar el mundo, len ta men te.
Poema de Jaime Jaramillo Escobar. Poemas Principales. Valencia (España): Pretextos,
2000 (Colección la Cruz del Sur; Antologías) pp. 283 – 288.
“La persona del poeta no importa, importa lo que queda de él”
1 de Noviembre de 2014
Tomado de: El Mundo (de Medellín) - Viernes 21 de Noviembre de 2014 Actualizado 4:31 pm.
Jaime jaramillo escobar en su biblioteca personal |
Óscar Jairo González Hernández
Profesor Facultad de Comunicación
Comunicación y Lenguajes Audiovisuales
Universidad de Medellín
Imagen tomada de "zendalibros.com" |
Imagen tomada de "zendalibros.com" |
“Muy sencillo. Porque hablo en voz alta. En el mundo de fieras en que vivimos no se puede ser tímido, ni humilde, ni apocado, porque te comen vivo. Tienes que pisar duro y firme. Y asumir las consecuencias. Es una poesía en voz alta porque así la pienso. Uno de los libros publicados se titula precisamente Alta Voz. La poesía es canto. El canto está por encima del susurro”.
“Originalmente el teatro se escribió en verso. Varios de los poemas que he dado a la publicidad han sido musicalizados y teatralizados. Porque es también poesía popular. El origen de la poesía es popular. Por eso en ese libro hay una sección de coplas”.
-¿Cuando usted lee en voz alta sus poemas ante el público, por qué hay una inclinación por el teatro?
“El teatro fue la primera de las artes que se inventó con ese propósito. Consta en varios libros. Los juglares llevaban consigo sus cantos. Las letras de las canciones son poesía. La voz es el instrumento primordial de comunicación. Si no hubiera sido por Berta Singerman muchos poetas hubieran permanecido desconocidos. Digo mal: no es el poeta el que tiene que ser conocido, sino los poemas. La persona del poeta no importa. Importa lo que queda de él, si es que ha sabido expresar un pueblo, una época, una cultura”.
-Usted escribió una obra de teatro: ¿Por qué le interesaba o le interesa todavía el teatro, qué es para usted el teatro?
“Escribí varias obritas que no conservo, porque eran ensayos. Una de ellas fue presentada en New York en una salita durante una temporada. No tuve ocasión de relacionarme oportunamente con el teatro profesional, carencia que lamento porque desde niño me gustó la payasada. En compensación, he tenido en los últimos años la fortuna de conocer y formar amistad con los integrantes del Matacandelas, el grupo más excepcional de teatro que he conocido, pero la explicación debida no corresponde a esta entrevista”.
¿En su poesía cómo se instala la relación con la naturaleza y la ciudad (Novalis decía que la ciudad era otra naturaleza), qué son para usted y cómo se funden entre sí o no?
“Separar naturaleza y ciudad no me queda claro. Mejor sería el campo y la ciudad, incluyendo en esta la que en portugués se llama ‘cidadesinha’. La pregunta sería pertinente si en Colombia existiera el campo con sus campesinos, pero eso ya pasó. Ahora el campo es la versión nacional del infierno, en poder de toda clase de diablos. Desplazados brutalmente a las ciudades, los campesinos sobrevivientes se convierten en seres desvalidos, que no tienen acceso ni siquiera a la caridad”.
-¿De usted como poeta, qué se nombra y se pronuncia en su taller de poesía y qué no?
“Allí no hay cosa alguna vedada. El taller somos todos sus integrantes y se hace entre todos. No es para fabricar escritores artificialmente. Tenemos un método indirecto por el cual se aprende sin tener la sensación de que alguien esté enseñando. Nuestro lema es una frase de Oscar Wilde: Nada de lo que puede aprenderse por medio de la enseñanza vale la pena de ser aprendido”.
“En lo que he publicado no hay influencia surrealista porque pretendo ser racional, que es todo lo contrario. El surrealismo fue novedoso en sus comienzos, pero sus continuadores intentaron llevar al máximo el invento y destruyeron su novedad, su gracia, su capacidad de invención poética. Derivaron en infinidad de ismos y novedades viejas por desconocimiento de la historia”.
Imagen tomada de "elespectador" |
“Escribí unos pocos. La estética japonesa seduce por su concisión, en la cual logra profundidad y sobre todo una limpieza ejemplar”.
-¿Podría indicarnos tres principios (vías o medios) que le han sido esenciales para vivir como ha vivido su experiencia poética y qué los ha hecho indelebles e indestructibles y por qué?
“Son cuatro: Estudio. Reflexión. Voluntad. Desinterés. Una especie de rebeldía contra lo irremediable”.
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