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miércoles, 18 de octubre de 2017

Poéticas... y otra antología inconclusa


Poéticas 
reúne poemas para entender o al menos sentir qué es un poema


El circulo del poema de Lucía Estrada
Poema de Álvaro Mutis
Poética de Juan Gustavo Cobo Borda
Música del poema de Humberto Mello
La oración de la maestra rural de Gabriela Mistral
El poeta de Antonio Machado
Nota Social de Carlos Drummond de Andrade
Arte Poética de Jorge Luis Borges
No decía nada de Luis Cernuda
el poema de Pedro Salinas
Dos palabras de Alfonsina Storni
De las palabras de Mayamérica Cortez
Saudade de Pablo Neruda
¡Poesía! de Delmira Agustini
La oración de la rosa / Dulce María Loyna
Un poema de Humberto Mello
Poética de José Martí
Los críticos de la poesía de Izet Sarajlic
Espacio de mi voz de Eduardo Carranza
Puso el poeta en sus versos de Rubén Darío
Oda a la poesía de Pablo Neruda










El círculo del poema / Lucía estrada


Cada poema abre otro silencio,
recorre las estancias últimas
de la palabra
                                                                 para volver al todo.

Se precipita en el vacío
después de circular
de mano en mano,
de labio en labio
hasta que no queda ningún vestigio
de la sangre que acuñó su moneda.

Cada poema
un desafío al ojo atento
en el instante justo
de la caída.






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POEMA / ÁLVARO MUTIS


Cada poema un pájaro que huye
del sitio señalado por la plaga.
Cada poema un traje de la muerte
por las calles y plazas inundadas
en la cera letal de los vencidos.
Cada poema un paso hacia la muerte,
una falsa moneda de rescate,
un tiro al blanco en medio de la noche
horadando los puentes sobre el río,
cuyas dormidas aguas viajan
de la vieja ciudad hacia los campos
donde el día prepara sus hogueras.
Cada poema un tacto yerto
del que yace en la losa de las clínicas,
un ávido anzuelo que recorre
el limo blando de las sepulturas.
Cada poema un lento naufragio del deseo,
un crujir de los mátiles y jarcias
que sostienen el peso de la vida.
Cada poema un estruendo de lienzos que derrumban
sobre el rugir helado de las aguas
el albo aparejo del velamen.
Cada poema invadiendo y desgarrando
la amarga telaraña del hastío.
Cada poema nace de un ciego centinela
que grita al hondo hueco de la noche
el santo y seña de su desventura.
Agua de sueño, fuente de ceniza,
piedra porosa de los mataderos,
madera en sombra de las siemprevivas,
metal que dobla por los condenados,
aceite funeral de doble filo,
cotidiano sudario del poeta,
cada poema esparce sobre el mundo
el agrio cereal de la agonía.

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¿Cómo escribir ahora poesía,
por qué no callarnos definitivamente
y dedicarnos a cosas mucho más útiles?
¿Para qué aumentar las dudas,
revivir antiguos conflictos,
imprevistas ternuras;
ese poco de ruido
añadido a un mundo
que lo sobrepasa y anula?
¿Se aclara algo con semejante ovillo?
Nadie la necesita.
Residuo de viejas glorias,
¿a quién acompaña, qué heridas cura?
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Música del poema / Humberto Mello

La poesía no toca en la radio o en las discotecas
porque la música del poema no es para bailar
y en el delirio banal de la nación la poesía no elige
modas
porque la música del poema no es para bailar
nadie danza un poema en la televisión
porque la música del poema no es para bailar
pero la música del poema es irresistible
y hace siglos los locos y los poetas 
la bailan sin parar


(POEMA ORIGINAL EN PORTUGUÉS)


a música do poema


a poesia não toca no rádio ou nas boates
porque a música do poema não é para dançar
e no delírio banal da nação a poesia não elege modas
porque a música do poema não é para dançar
ninguém rebola um poema na televisão
porque a música do poema não é para dançar
mas a música do poema é irresistível
e há séculos os loucos e os poetas
a dançam sem parar


(Traducción: Humberto Mello en colaboración con Nora Méndez y Dina Posada)




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LA ORACIÓN DE LA MAESTRA / Gabriela Mistral


¡Señor! Tú que enseñaste, perdona que yo enseñe; que lleve el nombre de maestra, que Tú llevaste por la Tierra.

Dame el amor único de mi escuela; que ni la quemadura de la belleza sea capaz de robarle mi ternura de todos los instantes.

Maestro, hazme perdurable el fervor y pasajero el desencanto. Arranca de mí este impuro deseo de justicia que aún me turba, la mezquina insinuación de protesta que sube de mí cuando me hieren. No me duela la incomprensión ni me entristezca el olvido de las que enseñé.

Dame el ser más madre que las madres, para poder amar y defender como ellas lo que no es carne de mis carnes. Dame que alcance a hacer de una de mis niñas mi verso perfecto y a dejarte en ella clavada mi más penetrante melodía, para cuando mis labios no canten más.

Muéstrame posible tu Evangelio en mi tiempo, para que no renuncie a la batalla de cada día y de cada hora por él.

Pon en mi escuela democrática el resplandor que se cernía sobre tu corro de niños descalzos.

Hazme fuerte, aun en mi desvalimiento de mujer, y de mujer pobre; hazme despreciadora de todo poder que no sea puro, de toda presión que no sea la de tu voluntad ardiente sobre mi vida.

¡Amigo, acompáñame! ¡Sostenme! Muchas veces no tendré sino a Ti a mi lado. Cuando mi doctrina sea más casta y más quemante mi verdad, me quedaré sin los mundanos; pero Tú me oprimirás entonces contra tu corazón, el que supo harto de soledad y desamparo. Yo no buscaré sino en tu mirada la dulzura de las aprobaciones.

Dame sencillez y dame profundidad; líbrame de ser complicada o banal en mi lección cotidiana.

Dame el levantar los ojos de mi pecho con heridas, al entrar cada mañana a mi escuela. Que no lleve a mi mesa de trabajo mis pequeños afanes materiales, mis mezquinos dolores de cada hora.

Aligérame la mano en el castigo y suavízamela más en la caricia. ¡Reprenda con dolor, para saber que he corregido amando!

Haz que haga de espíritu mi escuela de ladrillos. Le envuelva la llamarada de mi entusiasmo su atrio pobre, su sala desnuda. Mi corazón le sea más columna y mi buena voluntad más horas que las columnas y el oro de las escuelas ricas.

Y, por fin, recuérdame desde la palidez del lienzo de Velázquez, que enseñar y amar intensamente sobre la Tierra es llegar al último día con el lanzazo de Longinos en el costado ardiente de amor.
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EL POETA / Antonio Machado     

Maldiciendo su destino 
como Glauco, el dios marino, 
mira, turbia la pupila 
de llanto, el mar, que le debe su blanca virgen Scyla. 

Él sabe que un Dios más fuerte 
con la sustancia inmortal está jugando a la muerte, 
cual niño bárbaro. Él piensa 
que ha de caer como rama que sobre las aguas flota, 
antes de perderse, gota 
de mar, en la mar inmensa. 

En sueños oyó el acento de una palabra divina; 
en sueños se le ha mostrado la cruda ley diamantina, 
sin odio ni amor, y el frío 
soplo del olvido sabe sobre un arenal de hastío. 

Bajo las palmeras del oasis el agua buena 
miró brotar de la arena; 
y se abrevó entre las dulces gacelas, y entre los fieros 
animales carniceros... 

Y supo cuánto es la vida hecha de sed y dolor. 
Y fue compasivo para el ciervo y el cazador, 
para el ladrón y el robado, 
para el pájaro azorado, 
para el sanguinario azor. 

Con el sabio amargo dijo: Vanidad de vanidades, 
todo es negra vanidad; 
y oyó otra voz que clamaba, alma de sus soledades: 
sólo eres tú, luz que fulges en el corazón, verdad. 

Y viendo cómo lucían 
miles de blancas estrellas, 
pensaba que todas ellas 
en su corazón ardían. 
¡Noche de amor! 

Y otra noche 
sintió la mala tristeza 
que enturbia la pura llama, 
y el corazón que bosteza, 
y el histrión que declama 

Y dijo: Las galerías 
del alma que espera están 
desiertas, mudas, vacías: 
las blancas sombras se van. 

Y el demonio de los sueños abrió el jardín encantado de 
ayer. ¡Cuán bello era! 
¡Qué hermosamente el pasado 
fingía la primavera, 
cuando del árbol de otoño estaba el fruto colgado, 
mísero fruto podrido, 
que en el hueco acibarado 
guarda el gusano escondido! 
¡Alma, que en vano quisiste ser más joven cada día, 
arranca tu flor, la humilde flor de la melancolía!


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El poeta llega a la estación.
El poeta desciende.
El poeta toma un auto.
El poeta va para el hotel.
Y mientras hace eso
como cualquier hombre de la tierra,
una ovación lo persigue
hecha algarabía.
Banderolas
que despliegan sus alas.
Bandas de música. Cohetes.
Discursos. Gente con sombreros de paja.
Cámaras fotográficas disparadas.
Automóviles inmóviles.
Bravos...
El poeta está melancólico.

En un árbol del paseo público
(gestión de la actual administración)
árbol grueso, prisionero
de anuncios en colores,
árbol banal, árbol que nadie ve,
canta una cigarra.
Canta una cigarra que nadie oye
un himno que nadie aplaude.
Canta, bajo un sol terrible.

El poeta entra en el elevador
el poeta sube
el poeta se encierra en su cuarto.
El poeta está melancólico.



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ARTE POÉTICA / Jorge Luis Borges 

Mirar el río hecho de tiempo y agua
y recordar que el tiempo es otro río,
saber que nos perdemos como el río
y que los rostros pasan como el agua.

Sentir que la vigilia es otro sueño
que sueña no soñar y que la muerte
que teme nuestra carne es esa muerte
de cada noche, que se llama sueño.

Ver en el día o en el año un símbolo
de los días del hombre y de sus años,
convertir el ultraje de los años
en una música, un rumor y un símbolo,

ver en la muerte el sueño, en el ocaso
un triste oro, tal es la poesía
que es inmortal y pobre. La poesía
vuelve como la aurora y el ocaso.

A veces en las tardes una cara
nos mira desde el fondo de un espejo;
el arte debe ser como ese espejo
que nos revela nuestra propia cara.

Cuentan que Ulises, harto de prodigios,
lloró de amor al divisar su Itaca
verde y humilde. El arte es esa Itaca
de verde eternidad, no de prodigios.

También es como el río interminable
que pasa y queda y es cristal de un mismo
Heráclito inconstante, que es el mismo
y es otro, como el río interminable.

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No decía palabras / Luis Cernuda

No decía palabras, 
acercaba tan sólo un cuerpo interrogante, 
porque ignoraba que el deseo es una pregunta 
cuya respuesta no existe, 
una hoja cuya rama no existe, 
un mundo cuyo cielo no existe. 

La angustia se abre paso entre los huesos, 
remonta por las venas 
hasta abrirse en la piel, 
surtidores de sueño 
hechos carne en interrogación vuelta a las nubes. 

Un roce al paso, 
una mirada fugaz entre las sombras, 
bastan para que el cuerpo se abra en dos, 
ávido de recibir en sí mismo 
otro cuerpo que sueñe; 
mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne, 
iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo. 
Auque sólo sea una esperanza 
porque el deseo es pregunta cuya respuesta nadie sabe.






el poema / Pedro Salinas


Y ahora, aquí está frente a mí.
Tantas luchas que ha costado,
tantos afanes en vela,
tantos bordes de fracaso
junto a este esplendor sereno
ya son nada, se olvidaron.
Él queda, y en él, el mundo,
la rosa, la piedra, el pájaro,
aquéllos , los del principio,
de este final asombrados.
¡Tan claros que se veían,
y aún se podía aclararlos!
Están mejor; una luz
que el sol no sabe, unos rayos
los iluminan, sin noche,
para siempre revelados.
Las claridades de ahora
lucen más que las de mayo.
Si allí estaban, ahora aquí;
a más transparencia alzados.
¡Qué naturales parecen,
qué sencillo el gran milagro!
En esta luz del poema,
todo,
desde el más nocturno beso
al cenital esplendor,
todo está mucho más claro.

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DOS PALABRAS / Alfonsina Storni



Esta noche al oído me has dicho dos palabras 
Comunes. Dos palabras cansadas 
De ser dichas. Palabras 
Que de viejas son nuevas. 

Dos palabras tan dulces que la luna que andaba 
Filtrando entre las ramas 
Se detuvo en mi boca. Tan dulces dos palabras 
Que una hormiga pasea por mi cuello y no intento 
Moverme para echarla. 

Tan dulces dos palabras 
?Que digo sin quererlo? ¡oh, qué bella, la vida!? 
Tan dulces y tan mansas 
Que aceites olorosos sobre el cuerpo derraman. 

Tan dulces y tan bellas 
Que nerviosos, mis dedos, 
Se mueven hacia el cielo imitando tijeras. 
Oh, mis dedos quisieran 
Cortar estrellas.

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De las Palabras / Mayamérica Cortez


Es que hay algo mágico en las palabras.
Se me antojan redondas y suaves
equivalentes al vuelo de los sueños
          cadencias voluptuosas
-como las olas del mar-

Las palabras me son cual gaviotas
deslizándose lentas 
sobre mi rumor de inmensidad.
Son la vivencia de lo que siento
en este mar que soy
de este viajar que me habita
deshabitando
          anhelos...

Porque más que voz
          que palabras
    son rumor, silencio quizás.
Arrullo y queja. Pasos quedos, redondos
en este círculo invisible 
girando lento
          muy l e n t o 
en la sutil estancia de las horas.


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SAUDADE / Pablo Neruda


Saudade -Qué será?... yo no sé... lo he buscado 
en unos diccionarios empolvados y antiguos 
y en otros libros que no me han dado el significado 
de esta dulce palabra de perfiles ambiguos.

Dicen que azules son las montañas como ella, 
que en ella se oscurecen los amores lejanos, 
y un noble y buen amigo mío (y de las estrellas) 
la nombra en un temblor de trenzas y de manos.

Y hoy en Eca de Queiroz sin mirar la adivino, 
su secreto se evade, su dulzura me obsede 
como una mariposa de cuerpo extraño y fino 
siempre lejos -tan lejos!- de mis tranquilas redes.

Saudade... Oiga, vecino, sabe el significado
de esta palabra blanca que como un pez se evade?
No... Y me tiembla en la boca su temblor delicado.
Saudade...


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¡POESÍA! / Delmira Agustini

¡Poesía inmortal, cantarte anhelo!
¡Mas mil esfuerzos he de hacer en vano!
¿Acaso puede al esplendente cielo
Subir altivo el infeliz gusano?

Tú eres la sirena misteriosa
Que atrae con su voz al navegante,
¡Eres la estrella blanca y luminosa!
¡El torrente espumoso y palpitante!

Eres la brisa perfumada y suave
Que juguetea en el vergel florido,
¡Eres la inquieta y trinadora ave
Que en el verde naranjo cuelga el nido!

Eres la onda de imperial grandeza
Que altiva rueda vomitando espuma,
¡Eres el cisne de sin par belleza
que surca el lodo sin manchar su pluma!

Eres la flor que al despuntar la aurora
Entreabre el cáliz de perfume lleno,
¡Una perla blanquísima que mora
Del mar del alma en el profundo seno!

¿Y yo quién soy, que en mi delirio anhelo
Alzar mi voz para ensalzar tus galas?
¡Un gusano que anhela ir hasta el cielo!
¡Que pretende volar sin tener alas!




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LA ORACIÓN DE LA ROSA / Dulce María Loynaz



Padre nuestro que estás en la tierra; en la fuerte
y hermosa tierra;
en la tierra buena;

Santificado sea el nombre tuyo
que nadie sabe; que en ninguna forma
se atrevió a pronunciar este silencio
pequeño y delicado..., este
silencio que en el mundo
somos nosotras,
las rosas...

Venga también a nos, las pequeñitas
y dulces flores de la tierra,
el tu Reino prometido...,

Hágase en nos tu voluntad, aunque ella
sea que nuestra vida sólo dure
lo que dura una tarde...

El sol nuestro de cada día, dánoslo
para el único día nuestro...

Perdona nuestras deudas
-la de la espina,
la del perfume cada vez mas débil,
la de la miel que no alcanzó
para la sed de dos abejas...-,
así como nosotras perdonamos
a nuestros deudores los hombres,
que nos cortan, nos venden y nos llevan
a sus mentiras fúnebres,
a sus torpes o insulsas fiestas...

No nos dejes caer
nunca en la tentación de desear
la palabra vacía - ¡el cascabel
de las palabras!...-,
ni el moverse de pies
apresurados,
ni el corazón oscuro de
los animales que se pudre...
Mas líbranos de todo mal.
Amen.




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UN POEMA / HUMBERTO MELLO

Es preciso un poema
un poema solamente
para matar la sed de amor del mundo
para que cuando la muerte llegue no tengamos miedo

Un poema
simple pero inquietante
trayendo en su cuerpo todas las llagas de la vida
y que con su lengua de fuego
pueda corromper el frío de las almas

Un poema
utópico como la lanza de Don Quijote
y cristalino como las aguas del paraíso

Un poema
un poema solamente
que como una saeta atine
en la garganta de los poderosos


Medellín, 27 de junio de 2002.


(POEMA ORIGINAL EN PORTUGUÉS):


um poema
Medellín, 27 de junho de 2002

é preciso um poema
um poema somente
para matar a sede de amor do mundo
para quando a morte chegar não termos medo

um poema
simples porém inquietante
trazendo em sue corpo todas as chagas da vida
e que com sua língua de fogo
possa corromper o frio das almas

um poema
utópico como a lança de don quixote
e cristalino com as águas do paraíso

um poema
um poema somente
que como uma seta atingirá
a garganta dos poderosos


(Traducción: Humberto Mello en colaboración con Nora Méndez y Dina Posada)







POÉTICA / José Martí

La verdad quiere cetro. El verso mío 
Puede, cual paje amable, ir por lujosas 
Salas, de aroma vario y luces ricas, 
Temblando enamorado en el cortejo 
De una ilustre princesa o gratas nieves 
Repartiendo a las damas. De espadines 
Sabe mi verso, y de jubón violeta 
Y toca rubia, y calza acuchillada. 
Sabe de vinos tibios y de amores 
Mi verso montaraz; pero el silencio 
Del verdadero amor, y la espesura 
De la selva prolífica prefiere: 
¡Cuál gusta del canario, cuál del águila!


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LOS CRÍTICOS DE POESÍA / Izet Sarajlic
¿Por qué los críticos de poesía
no escriben poesía
visto que saben todo de poesía?
Si supieran, tal vez preferirían
escribir poesía en vez que de poesía.
Los críticos de poesía son como los viejos.
También ellos saben todo sobre el amor.
Lo que no pueden es hacer el amor.
1982. Traducción de Juan Vicente Piqueras.
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ESPACIO DE MI VOZ / Eduardo Carranza
Como la luna, de pie junto a un alzado
cristal, hay un amor sobre mi canto:
lo diafaniza con su leve encanto
y de su luz lo tiene traspasado.
Agua humana su cuerpo deslizado
en el cauce del sueño, dulce espanto,
blanco perfume, madrigal con llanto,
espacio de mi voz, nombre delgado.
Vive entre nubes, bajo su influencia,
y azula el vuelo de las aves mías
el aire de azucena que la expresa.
Yo cruzo en medio de su transparencia
como la noche en medio de los días,
oscura, entre sus muros de belleza.

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PUSO EL POETA EN SUS VERSOS… / Rubén Darío
Puso el poeta en sus versos
todas las perlas del mar,
todo el oro de las minas,
todo el marfil oriental;
los diamantes de Golconda,
los tesoros de Bagdad,
los joyeles y preseas
de los cofres de un Nabab.
Pero como no tenía
por hacer versos ni un pan,
al acabar de escribirlos
murió de necesidad.
Abrojos, 1887.
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Amo las cosas que nunca tuve 
con las otras que ya no tengo: 

Yo toco un agua silenciosa, 
parada en pastos friolentos, 
que sin un viento tiritaba 
en el huerto que era mi huerto. 

La miro como la miraba; 
me da un extraño pensamiento, 
y juego, lenta, con esa agua 
como con Pez o con misterio. 



Pienso en umbral donde deje 
pasos alegres que ya no llevo, 
y en el umbral veo una llaga 
llena de musgo y de silencio. 



Me busco un verso que he perdido, 
que a los siete años me dijeron. 
Fue una mujer haciendo el pan 
y yo su santa boca veo. 



Viene un aroma roto en ráfagas; 
soy muy dichosa si lo siento; 
de tan delgado no es aroma, 
siendo el olor de los almendros. 



Me vuelve niños los sentidos; 
le busco un nombre y no lo acierto, 
y huelo el aire y los lugares 
buscando almendros que no encuentro... 



Un río suena siempre cerca. 
Ha cuarenta años que lo siento. 
Es canturía de mi sangre 
o bien un ritmo que me dieron. 

O el río Elqui de mi infancia 
que me repecho y me vadeo. 
Nunca lo pierdo; pecho a pecho, 
como dos niños, nos tenemos. 

Cuando sueño la Cordillera, 
camino por desfiladeros, 
y voy oyendoles, sin tregua, 
un silbo casi juramento. 



Veo al remate del Pacifico 
amoratado mi archipielago, 
y de una isla me ha quedado 
un olor acre de alción muerto... 



Un dorso, un dorso grave y dulce, 
remata el sueño que yo sueño. 
Es al final de mi camino 
y me descanso cuando llego. 

Es tronco muerto o es mi padre, 
el vago dorso ceniciento. 
Yo no pregunto, no lo turbo. 
Me tiendo junto, callo y duermo. 



Amo una piedra de Oaxaca 
o Guatemala, a que me acerco, 
roja y fija como mi cara 
y cuya grieta da un aliento. 

Al dormirme queda desnuda; 
no se por qué yo la volteo. 
Y tal vez nunca la he tenido 
y es mi sepulcro lo que veo...

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ODA A LA POESÍA 
DE PABLO NERUDA



Cerca de cincuenta años
caminando
contigo, Poesía.
Al principio
me enredabas los pies
y caía de bruces
sobre la tierra oscura
o enterraba los ojos
en la charca
para ver las estrellas.
Más tarde te ceñiste
a mí con los dos brazos de la amante
y subiste
en mi sangre
como una enredadera.
Luego
te convertiste
en copa.

Hermoso
fue
ir derramándote sin consumirte,
ir entregando tu agua inagotable,
ir viendo que una gota
caída sobre un corazón quemado
y desde sus cenizas revivía.
Pero no me bastó tampoco.
Tanto anduve contigo
que te perdí el respeto.
Dejé de verte como
náyade vaporosa
te puse a trabajar de lavandera,
a vender pan en las panaderías,
a hilar con las sencillas tejedoras,
a golpear hierros en la metalurgia.
Y seguiste conmigo
andando por el mundo,
pero tú ya no eras
la florida
estatua de mi infancia.
Hablabas
ahora
con voz férrea.
Tus manos
fueron duras como piedras.
Tu corazón
fue un abundante
manantial de campanas,
elaboraste pan a manos llenas,
me ayudaste a no caer de bruces,
me buscaste
compañía,
no una mujer,
no un hombre,
sino miles, millones.
Juntos, Poesía,
fuimos
al combate, a la huelga,
al desfile, a los puertos,
a la mina,
y me reí cuando saliste
con la frente manchada de carbón
o coronada de aserrrín fragante
de los aserraderos.
Y no dormíamos en los caminos.
Nos esperaban grupos
de obreros con camisas
recién lavadas y banderas rojas.

Y tú, Poesía,
antes tan desdichadamente tímida,
a la cabeza
fuiste
y todos
se acostumbraron a tu vestidura
de estrella cotidiana,
porque aunque algún relámpago delató tu familia
cumpliste tu tarea,
tu paso entre los pasos de los hombres.
Yo te pedí que fueras
utilitaria y útil,
como metal o harina,
dispuesta a ser arado,
herramienta,
pan y vino,
dispuesta, Poesía,
a luchar cuerpo a cuerpo
y a caer desangrándote.

Y ahora,
Poesía,
gracias, esposa,
hermana o madre
o novia,
gracias, ola marina,
azahar y bandera,
motor de música,
largo pétalo de oro,
campana submarina,
granero
inextinguible,
gracias,
tierra de cada uno
de mis días,
vapor celeste y sangre
de mis años,
porque me acompañaste
desde la más enrarecida altura
hasta la simple mesa
de los pobres,
porque pusiste en mi alma
sabor ferruginoso
y fuego frío,
porque me levantaste
hasta la altura insigne
de los hombres comunes,
Poesía,
porque contigo
mientras me fui gastando
tú continuaste
desarrollando tu frescura firme,
tu ímpetu cristalino,
como si el tiempo
que poco a poco me convierte en tierra
fuera a dejar corriendo eternamente
las aguas de mi canto.




LETANÍAS DE 


Poesía para desnudar la palabra.
Poesía para que se encienda la piel.
Poesía para conjurar el miedo.
Poesía para interpretar el caos.
Poesía para razonar los sueños.
Poesía para hacer exacta la alucinación.
Poesía para ver lo invisible.
Poesía inútil.
Poesía para la belleza.
Poesía contra la estupidez.
Poesía frente a la intemperie.
Poesía para llegar al día siguiente.
Poesía para tener tema de conversación.
Poesía para respirar.
Poesía para sustituir al grito.
Poesía para follarnos al lector.
Poesía para que el poema nos folle.
Poesía porque es lo único que sé hacer.
Poesía para que la oscuridad sea luz y la luz, oscuridad.
Poesía para vivir más.
Poesía para decir “te quiero”.
Poesía para eyacular.
Poesía sin poéticas.
Poesía para la revolución.
Poesía para la nada.
Poesía para todas las palabras.
Poesía en silencio.
Poesía para que no nos engañen.
Poesía porque no se vende.
Poesía para el poema.
Poesía para ser libre.
Poesía para los amigos (y los enemigos).
Poesía de lo inverosímil y de lo cotidiano.
Poesía para crear otra realidad.
Poesía porque de algo hay que morir.
Poesía para no pensar en la muerte.
Poesía porque es divertido.
Poesía para llevar la contraria. 
Poesía para tener razón.
Poesía porque no me da la gana escribir prosa.
Poesía porque no sé escribir prosa.
Poesía para rezar.
Poesía para que nos quieran más.
Poesía para preservar el espíritu.
Poesía por facilidad de palabra.
Poesía porque suena bien.
Poesía para que la palabra diga lo que dice.
Poesía para que la palabra diga lo que no dice.
Poesía para comprenderme.
Poesía para convivir con la contradicción.
Poesía para vencer al pudor.
Poesía para olvidar el tiempo.
Poesía para sentirnos diferentes.
Poesía para que nos pregunten: “¿Qué ha querido Ud. decir con...?”Poesía porque no rima.
Poesía para recordar.
Poesía por imitación.
Poesía para tener algo que hacer los fines de semana.
Poesía como prótesis. 
Poesía como consuelo.
Poesía para entretenar la espera.
Poesía para seguir escribiendo “poesía para...”Poesía por vanidad.
Poesía poro.
Poesía para que se nos ocurran versos al acostarnos (y no los recordemos al despertarnos). 
Poesía para que nos deseen las mujeres (o los hombres).
Poesía para que nuestro padre nos apruebe.
Poesía para que nuestro padre nos repruebe.
Poesía para cagarnos en alguien.
Poesía, siempre, para la emoción.
Poesía porque poesía.


Eduardo Moga

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