ENCUENTRO
poema de Cesar Pavese
Estas duras colinas que hicieron mi cuerpo
y lo sacuden con tantos recuerdos,
me mostraron el prodigio de aquélla,
que ignora que la vivo sin poder entenderla.
La encontré una noche; una mancha más clara
bajo estrellas ambiguas, en la oscuridad del verano.
Había alrededor la fragancia de estas colinas,
más profunda que la sombra, y de pronto sonó,
como si saliera de estas colinas, una voz limpia
y áspera a la vez, una voz de tiempos perdidos.
Ocasionalmente la veo, viviendo delante de mí,
definida, inmutable, como un recuerdo.
Nunca he podido aferrarla; su realidad
me rehúye siempre y me distancia. Si es bella, no lo sé.
Es joven entre las mujeres:
pienso en ella y me sorprende un lejano recuerdo
de mi infancia vivida en estas colinas;
tan joven es. Es como la madrugada.
Lleva en sus ojos todos los cielos lejanos de aquellas madrugadas remotas.
Y tiene en los ojos un firme propósito: la luz más limpia
que jamás tuvo el alba sobre estas colinas.
La he creado desde el fondo de todas las cosas
que me son más queridas,
y no logro entenderla. 1932
poema de Cesar Pavese
Estas duras colinas que hicieron mi cuerpo
y lo sacuden con tantos recuerdos,
me mostraron el prodigio de aquélla,
que ignora que la vivo sin poder entenderla.
La encontré una noche; una mancha más clara
bajo estrellas ambiguas, en la oscuridad del verano.
Había alrededor la fragancia de estas colinas,
más profunda que la sombra, y de pronto sonó,
como si saliera de estas colinas, una voz limpia
y áspera a la vez, una voz de tiempos perdidos.
Ocasionalmente la veo, viviendo delante de mí,
definida, inmutable, como un recuerdo.
Nunca he podido aferrarla; su realidad
me rehúye siempre y me distancia. Si es bella, no lo sé.
Es joven entre las mujeres:
pienso en ella y me sorprende un lejano recuerdo
de mi infancia vivida en estas colinas;
tan joven es. Es como la madrugada.
Lleva en sus ojos todos los cielos lejanos de aquellas madrugadas remotas.
Y tiene en los ojos un firme propósito: la luz más limpia
que jamás tuvo el alba sobre estas colinas.
La he creado desde el fondo de todas las cosas
que me son más queridas,
y no logro entenderla. 1932
Tienes rostro de piedra esculpida
poema de Cesar Pavese
Tienes rostro de piedra esculpida,
sangre de tierra dura,
viniste del mar.
Todo lo acoges y escudriñas
y rechazas
como el mar. En el corazón
tienes silencio, tienes palabras
engullidas. Eres oscura.
para ti el alba es silencio.
Y eres como las voces
de la tierra -el choque
del cubo en el pozo,
la canción del fuego,
la caída de una manzana;
las palabras resignadas
y tenebrosas sobre los umbrales,
el grito del niño- las cosas
que nunca pasan.
Tú no cambias. Eres oscura.
Eres la bodega cerrada
con la tierra removida,
donde el niño entró
una vez, descalzo,
y que siempre recuerda.
Eres la habitación oscura
en la que
se vuelve a pensar siempre,
como en el patio antiguo
donde nacía el alba.
1908
De "La tierra y la muerte"
poema de Cesar Pavese
Tienes rostro de piedra esculpida,
sangre de tierra dura,
viniste del mar.
Todo lo acoges y escudriñas
y rechazas
como el mar. En el corazón
tienes silencio, tienes palabras
engullidas. Eres oscura.
para ti el alba es silencio.
Y eres como las voces
de la tierra -el choque
del cubo en el pozo,
la canción del fuego,
la caída de una manzana;
las palabras resignadas
y tenebrosas sobre los umbrales,
el grito del niño- las cosas
que nunca pasan.
Tú no cambias. Eres oscura.
Eres la bodega cerrada
con la tierra removida,
donde el niño entró
una vez, descalzo,
y que siempre recuerda.
Eres la habitación oscura
en la que
se vuelve a pensar siempre,
como en el patio antiguo
donde nacía el alba.
1908
De "La tierra y la muerte"
Trabajar cansa
poema de Cesar Pavese
Los dos, tendidos sobre la hierba, vestidos, se miran
a la cara
entre los tallos delgados: la mujer le muerde los
cabellos
y después muerde la hierba. Entre la hierba, sonríe
turbada.
Coge el hombre su mano delgada y la muerde
y se apoya en su cuerpo.
Ella le echa, haciéndole dar tumbos.
La mitad de aquel prado queda, así, enmarañada.
La muchacha, sentada, se acicala el peinado
y no mira al compañero, tendido, con los ojos
abiertos.
Los dos, ante una mesita, se miran a la cara
por la tarde y los transeúntes no cesan de pasar.
De vez en cuando, les distrae un color más alegre.
De vez en cuando, él piensa en el inútil día
de descanso, dilapidado en acosar a esa mujer
que es feliz al estar a su vera y mirarle a los ojos.
La mitad de aquel prado queda, así, enmarañada.
La muchacha, sentada, se acicala el peinado
y no mira al compañero, tendido, con los ojos
abiertos.
Los dos, ante una mesita, se miran a la cara
por la tarde y los transeúntes no cesan de pasar.
De vez en cuando, les distrae un color más alegre.
De vez en cuando, él piensa en el inútil día
de descanso, dilapidado en acosar a esa mujer
que es feliz al estar a su vera y mirarle a los ojos.
Si con su piel le toca la pierna, bien sabe
que mutuamente se envían miradas de sorpresa
y una sonrisa, y que la mujer es feliz. Otras mujeres
que pasan
no le miran el rostro, pero esta noche por lo menos
se desnudarán con un hombre.
O es que acaso las mujeres
sólo aman a quien malgasta su tiempo por nada.
Se han perseguido todo el día y la mujer tiene aún la
mejillas enrojecidas por el sol.
sólo aman a quien malgasta su tiempo por nada.
Se han perseguido todo el día y la mujer tiene aún la
mejillas enrojecidas por el sol.
En su corazón le guarda gratitud.
Ella recuerda un besazo rabioso intercambiado
Ella recuerda un besazo rabioso intercambiado
en un bosque,
interrumpido por un rumor de pasos, y que todavía
le quema.
interrumpido por un rumor de pasos, y que todavía
le quema.
Estrecha consigo el verde ramillete -recogido de la
roca de una cueva- de hermoso adianto y envuelve al
compañero con una mirada embelesada.
Él mira fijamente la maraña
de tallos negruzcos entre el verde tembloroso
y vuelve a asaltarle el deseo de otra maraña
-presentida en el regazo del vestido claro-
y la mujer no lo advierte.
de tallos negruzcos entre el verde tembloroso
y vuelve a asaltarle el deseo de otra maraña
-presentida en el regazo del vestido claro-
y la mujer no lo advierte.
Ni siquiera la violencia le sirve,
porque la muchacha, que le ama, contiene
cada asalto con un beso y le coge las manos.
cada asalto con un beso y le coge las manos.
Pero esta noche, una vez la haya dejado,
sabe dónde irá:
volverá a casa, atolondrado y derrengado,
pero saboreará por lo menos en el cuerpo saciado
la dulzura del sueño sobre el lecho desierto.
Solamente -y esta será su venganza- se imaginará
que aquel cuerpo de mujer que hará suyo
será, lujurioso y sin pudor alguno, el de ella.
volverá a casa, atolondrado y derrengado,
pero saboreará por lo menos en el cuerpo saciado
la dulzura del sueño sobre el lecho desierto.
Solamente -y esta será su venganza- se imaginará
que aquel cuerpo de mujer que hará suyo
será, lujurioso y sin pudor alguno, el de ella.
Versión de Carles José i Solsora
LA CASA
poema de Cesar Pavese
El solitario escucha la voz calma
con la vista entornada, como si una respiración
alentara en su rostro, una respiración amiga
que remonta, increíble, del tiempo lejano.
El hombre solo escucha la voz antigua
que sus padres oyeron en otros tiempos, clara,
cosechada; una voz que como el verde
de los pantanos y colinas oscurece la tarde.
El hombre solo conoce una voz de sombra,
acariciante, que brota en los tonos tranquilos
de un oculto venero: la bebe atento,
a ojos cerrados, como si no estuviera a su lado.
Es la voz que un día detuvo al padre
de su padre y a todos los de su sangre muerta.
Una voz de mujer que suena secreta
en el umbral de la casa al caer la oscuridad.
1940
Creación / Cesar Pavese
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
Estoy vivo y he sorprendido las estrellas en el alba.
Mi compañera continúa durmiendo y lo ignora.
Mis compañeros duermen todos. La clara jornada
se me revela más limpia que los rostros aletargados.
A distancia, pasa un viejo, camino del trabajo
o a gozar la mañana. No somos distintos,
idéntica claridad respiramos los dos
y fumamos tranquilos para engañar el hambre.
También el cuerpo del viejo debería ser sano
y vibrante -ante la mañana, debería estar desnudo.
Esta mañana la vida se desliza por el agua
y el sol: alrededor está el fulgor del agua
siempre joven; los cuerpos de todos quedarán al
descubierto.
Estarán el sol radiante y la rudeza del mar abierto
y la tosca fatiga que debilita bajo el sol,
y la inmovilidad. Estará la compañera
-un secreto de cuerpos. Cada cual hará sentir su
voz.
No hay voz que quiebre el silencio del agua
bajo el alba. Y ni siquiera nada que se estremezca
bajo el cielo. Sólo una tibieza que diluye las estrellas.
Estremece sentir la mañana que vibre,
virgen, como si nadie estuviese despierto.
Alter ego / Cesar Pavese
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
Desde la mañana al ocaso, yo veía el tatuaje
en su pecho sedoso: una mujer rojiza
incrustada, como en un prado, entre el pelo. Allí
debajo
brama a veces un tumulto que sobresalta a la mujer.
Transcurría el día entre blasfemias y silencios.
Si la mujer no fuese un tatuaje y estuviese viva
y aferrada a su pecho peludo, ese hombre
bramaría aún fuerte en su pequeña celda.
Callaba, tendido en el lecho, con los ojos abiertos.
Un profundo hálito de mar ascendía
de su cuerpo de huesos grandes y recios: estaba
tendido
al igual que en cubierta. Pesaba sobre el lecho
como quien ha despertado y podría saltar de él.
Su cuerpo, salado por la espuma, chorreaba
un sudor solar. La pequeña celda
era insuficiente para el alcance de una mirada suya.
Al verle las manos, se pensaba en la mujer.
Cesar Pavese
Nacimiento:9 de Septiembre de 1908
Defunción:27 de Agosto de 1950
Nació el 9 de septiembre de 1908 en San Stefano Belbo (Cúneo). Cursó
estudios de filología inglesa en la universidad de Turín. En 1932 se
licencia en letras con una tesis sobre Walt Whitman. Fue uno de los
fundadores de la editorial Einaudi y por sus escritos antifascistas,
publicados en la revista La Cultura, es detenido en mayo de 1935 y
es confinado en Brancaleone Calabro. En 1936 regresa a Turín y
publica el libro de poesía "Lavorare stanca". Durante la guerra, se
refugia con su hermana en Serralunga y, cuando termina, se afilia al
Partido Comunista Italiano (PCI). En 1945, publica "I dialoghi col
compagno" en el diario "L'Unità". Publica La luna y las fogatas
(1950), considerada como su mejor novela. Vendrá la muerte y tendrá
tus ojos (1951), está considerado como uno de sus más bellos poemas.
Pavese se suicidó el 27 de agosto de 1950 ingiriendo doce sobres de
somníferos en una habitación de hotel después de haber recibido un
premio literario por su libro El bello verano (1949). En el año
1957, se creó un premio literario con su nombre para honrar su
memoria. Algunas de las mejores y más conmovedoras páginas de Pavese
se encuentran en su diario, que fue publicado póstumamente, en 1952,
(13.07.2017)
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