Ni en los poemas se asoma la paz
para la muestra estes ramillete...
Al cabo de leer algunos poetas, los lectores pueden construir sus propios conceptos. Con esta nueva antología inconclusa, como promotor de lectura y antologista por devoción, los nvito a leer algunos poemas que pretenden compendiar vivencia sobre los conflictos y las muchas formas de la paz.
Encontrarás en este ramillete once páginas para llevar en la billetera:
[PIDO... ] / Blas de Otero
La inmigrante / Consuelo Hernández
¿POR QUÉ AFILAN LA ESPADA? / Kadyr Myrzá Alí
Inicio con Carlos Castro Saavedra, quien le escribió a los oficios elementales, a la mujer, a loas madres, a la tierra, a la patria, a tantos temas de la sencillez y la autenticidad del pueblo con el cual convivió hasta sus últimos días.
NUESTRAS TUMBAS / Carlos Castro saavedra
Nuestras tumbas, mujer, se darán besos,
nuestros cajones besos y mordiscos,
y no serán sudarios los nuestros sino sábanas
para engendrar trigales
y construir el pecho de los cedros.
Nos volverán a ver sobre la tierra,
a ti llena de polen y de pétalos,
cubierta de azaleas y azahares,
y a mí con un pedazo de primavera roja
entre la boca de madera.
Sobre la tierra, amada, sobre el campo,
tú con trenzas de musgo,
con un manto de plumas y de orquídeas,
y yo con un relámpago extendido en mis ramas
como una fruta elástica y madura.
La muerte será apenas un fecundo reposo,
un sueño recorrido por gusanos labriegos,
otra luna de miel entre raíces,
otro rodar los dos dulces y mudos,
por un salón de terciopelo verde.
Que no pongan el nombre tuyo sobre la bóveda,
ni el mío sobre el hueco que se trague mis tigres,
sino que nos abonen y nos rieguen,
pues esto es suficiente, compañera,
para tu corazón y mi semilla.
ALLENDE / Mario Benedetti
Para matar al hombre de la paz
para golpear su frente limpia de pesadillas
tuvieron que convertirse en pesadilla
para vencer al hombre de la paz
tuvieron que congregar todos los odios
y además los aviones y los tanques
para batir al hombre de la paz
tuvieron que bombardearlo hacerlo llama
porque el hombre de la paz era una fortaleza
para matar al hombre de la paz
tuvieron que desatar la guerra turbia
para vencer al hombre de la paz
y acallar su voz modesta y taladrante
tuvieron que empujar el terror hasta el abismo
y matar más para seguir matando
para batir al hombre de la paz
tuvieron que asesinarlo muchas veces
porque el hombre de la paz era una fortaleza
para matar al hombre de la paz
tuvieron que imaginar que era una tropa
una armada una hueste una brigada
tuvieron que creer que era otro ejército
pero el hombre de la paz era tan sólo un pueblo
y tenía en sus manos un fusil y un mandato
y eran necesarios más tanques más rencores
más bombas más aviones más oprobios
porque el hombre del paz era una fortaleza
para matar al hombre de la paz
para golpear su frente limpia de pesadillas
tuvieron que convertirse en pesadilla
para vencer al hombre de la paz
tuvieron que afiliarse para siempre a la muerte
matar y matar más para seguir matando
y condenarse a la blindada soledad
para matar al hombre que era un pueblo
tuvieron que quedarse sin el pueblo.
Sigo con la poeta mexicana Rosario Castellanos (Nace en Chiapas - México 1925 y muere en 1974) en el Estado de Irael) al evocar la triste tragedia de Tlatelolco, de la cual también escribión Elena Poniastowska:
MEMORIAL DE TLATELOLCO / Rosario Castellanos
La oscuridad engendra la violencia
y la violencia pide oscuridad
para cuajar en crimen.
Por eso el dos de octubre aguardó hasta la noche
para que nadie viera la mano que empuñaba
el arma, sino sólo su efecto de relámpago.
Y a esa luz, breve y lívida, ¿quién? ¿Quién es el que mata?
¿Quiénes los que agonizan, los que mueren?
¿Los que huyen sin zapatos?
¿Los que van a caer al pozo de una cárcel?
¿Los que se pudren en el hospital?
¿Los que se quedan mudos, para siempre, de espanto?
¿Quién? ¿Quiénes? Nadie. Al día siguiente, nadie.
La plaza amaneció barrida; los periódicos
dieron como noticia principal
el estado del tiempo.
Y en la televisión, en la radio, en el cine
no hubo ningún cambio de programa,
ningún anuncio intercalado ni un
minuto de silencio en el banquete.
(Pues prosiguió el banquete.)
No busques lo que no hay: huellas, cadáveres,
que todo se le ha dado como ofrenda a una diosa:
a la Devoradora de Excrementos.
No hurgues en los archivos pues nada consta en actas.
Ay, la violencia pide oscuridad
porque la oscuridad engendra el sueño
y podemos dormir soñando que soñamos.
Mas he aquí que toco una llaga: es mi memoria.
Duele, luego es verdad. Sangra con sangre.
Y si la llamo mía traiciono a todos.
Recuerdo, recordamos.
Esta es nuestra manera de ayudar que amanezca
sobre tantas conciencias mancilladas,
sobre un texto iracundo, sobre una reja abierta,
sobre el rostro amparado tras la máscara.
Recuerdo, recordemos
hasta que la justicia se siente entre nosotros.
En la tierra de en medio .
En la fotografía del periódico veo el rostro desconocido,
tan desconocido como puede serlo el de un hombre de campo
para el que Bogotá era apenas una imagen remota.
Arriba el titular de la masacre. Abajo los detalles:
las manos amarradas a la espalda, el incendio del caserío,
la huida mansa de los vivos.
La frente es amplia. En sus veinte años
seguro que algún sueño la habitaba.
Milton era su nombre, y puedo estar segura
de que lo ignoró todo sobre el poeta ciego.
Los ojos perspicaces, la piel tersa, el óvalo aniñado.
Y alumbrándole el rostro, la risa poderosa, como barril de pólvora.
Con esos dientes sanos habría podido romper lazos más fuertes
que los de sus muñecas.
La muerte mancha ya de caries su blancura
y escarba hasta encontrar la fría luz del hueso.
CEMENTERIO CENTRAL / William Ospina
Sordo a tantos mensajes de la muerte,
cruzo por esta calle de flores y de mármoles
donde austeros artífices pulen sobre las losas
lúgubres variaciones,
llorados nombres, fechas para el luto.
Aquí acaban preciosos episodios del tiempo
que afligidos cortejos escoltan hasta el límite,
aquí, en lechos de piedra,
cada huésped se entrega
al laborioso abrazo de lo informe.
Veo el dintel que abruma la magra segadora
de costillas desnudas
y tras la verja hileras de cruces victoriosas.
Ánforas, bustos, ángeles…
su lóbrega retórica cautiva a los dispersos
y en su horrible presencia nuestras horas se amparan
de bosques insondables.
Severa arquitectura donde el polvo se asila
sobre estas breves casas y estos pinos inmóviles
es cegador el cielo
y la plegaria es ínfima.
ELLOS SON PODEROSOS / William Ospina
Continúo con Juvenal Torres Herrera, escribe himnos cantados por las juventudes universitarias de varias generaciones. Nace en a Estrella - Antioquia - Colombia, en 1940 y muere en 2010. Se suma a esta antología incoclusa un poema de leyenda, con sabor acusatorio:
ELLOS SON LOS VIOLENTOS / Juvenal Torres Herrera
"Ellos, los imperialistas y lacayos
hacen declaraciones contra los "violentos"...
creció enfermiza y navegó en la sombra,
Dios que la quizo tanto no la nombra
y sus milagros la dejó olvidada.
Todos la piden blanca y es morena...
desconoce la voz de los patores;
la paz, ni en la penumbra que se asoma
callará sus lamentos desiguales.
No la tiene el poeta, ni el gitano,
ni el mago ni el monarca, ni el coloso
ni siquiera la tiene el perezoso...
o el enfermo...o el tiste...o el profano.
¿que ha sido nuestra paz...? ¡puerto sitiado!,
barandal de impresión, fragmento raro,
trapecio de crueldad, costa sin faro
y efímero capricho desvirtuado!
La paz con su desplante de querellas,
fingióse catedral de fantasía;
y el hombre Dios que de la paz venía,
Nació sin paz y falleció sin ella.
lo atraviesan balas y misiles
camino al medio oriente.
Surcan el cielo helicópteros
que vigilan nuestros pasos
y en la tienda nos saluda
el mercader de la guerra
con máscaras de gas,
equipos de emergencia
cintas adhesivas para puertas y ventanas
y vacunas contra las imaginarias armas de destrucción masiva...
Ya adentro en la casa
todo se me olvida
porque la vida sigue.
el recuerdo elemental de cada amigo
los paseos de domingo salvadores
y los almuerzos en mesa compartida
Rodar por otros rumbos, ausente de los míos
fijar nuevos sentidos impuestos por el lloro
del agua vespertina que nunca me abandona.
Cambiar el sol por nieve, y el calor por la helada
vivir entre extraños una vida menos sustancial
y tener como amiga la acacia siempre ausente.
Otros seres se cruzan por mi vida
sin poder saber nunca si están de mi parte
o detrás de las máscaras me clavan su cuchillo...
Todo lo que he dejado
hoy
se yergue como torre al centro de mí misma.
Cuando la ira no cabe en el pecho
una se vuelve indiferente
se vuela de sí misma
y rompe todas las cuerdas que la atan.
Basta una mochila resistente
y unos zapatos confortables
para bajarse del compresor de libertades
y recorrer el mundo sin desgano.
Para transfigurar los viernes dolorosos
en días plenos de esperanza
como un domingo de resurrección.
La inmigrante / Consuelo Hernández
A las mujeres inmigrantes
Mujer que caminas noche y día
con tu llave inmemorial
das nacimiento a la palabra veraz
atraviesas el río
y nadie te reconoce.
Te mojas, sudas, pierdes tus zapatos.
Otra jornada abrumada de cansancio
no puedes verbalizar tus injurias
pero eres sabia aunque te encuentren infraganti.
Te interrogan
¿Quién eres? ¿De dónde vienes?
¿Qué buscas en esta tierra que ya tiene dueños,
y fronteras y murallas
y hermanos que saben de la muerte lenta?
Al espacio de tu linaje vuelves
(como sombra que releo)
en tu luminosa faz el fuego no termina
escapas, caes, te levantas, te sacudes,
hablas en tu lengua de tortilla
muerdes tus palabras de café
y no te dejas derrotar por la nostalgia…
Tu canto se ahoga
se alejan las salidas
eres inmigrante
tu identidad se ha reducido para siempre.
No entiendes de visas
ni de planetas fragmentados
aprendes a decir “good morning”
pero a nadie le interesa “how you are”
ni que estés habitada por un hijo sepultado en el desierto
por la ilusión de un empleo
de un refugio para dormir en paz.
Yo también soy la ruptura de la costura
aquí adentro no se disipa la niebla…
y sucede que miro en tu espejo
¡y me veo!
Y los perros nos enseñan que es la paz
y no han estudiado libracos sobre derechos
y responsabilidades no litigios.
Y "Luna" la perra callejera que llegó a Unitropico
a reñirle el territorio a Guapetón
y a las pocos días estaban jugando
y retomando como no lo sabemos hacer los humanos. EMIRO
¿POR QUÉ AFILAN LA ESPADA? / Kadyr Myrzá Alí
¿Por qué afilan la espada?
¿Y, por la voluntad de Dios,
la frialdad del filo opaco
te entra en el corazón ?
Aun la uerte se retarda,
Son las cenizas del temor;
pero el corazón resopla
cual un caballo si domar.
El hierro negro se derama
la niebla llena la visión,
Y la caída se aplaza: Es solo la primera vez.
Más fuerte que el diamante
puede ser, pero el horror
te llena el alma: el infarto
puede otra vez llegar.
Y tú sueñas con la vida,
como si fuera tu hogar
inalcanzable. ¿Acaso solo
te quedan cólera y hiel?
Sí, hay palabras afiladas
como la daga; sin piedad
las tiran, pero es difícil
sobrevivir tras escuchar.
Os ruego, cuidad el habla,
cuidad el otro corazón.
La furia incontenida
es un puñal para matar.
Traducción al castellano del Kazajstán
por Alexandra Chevelena Dergacheva e Iván Martín Cerezo
Escribo
en defensa del reino
del hombre y su justicia. Pido
la paz
y la palabra. He dicho
«silencio»,
«sombra»,
«vacío»
etcétera.
Digo
«del hombre y su justicia»,
«océano pacífico»,
lo que me dejan.
Pido
la paz y la palabra.
"Cultura", gatita sinverguenza, que sólo sabe dormir y correr y brincar entre estante y estante cada que legan nuevos lectores.
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